¿Quiénes y cómo eran los desertores?
La
ausencia de datos nos impide hacer una historia más cabal de esos sujetos
durante este período, pero el análisis de algunos casos -conservados en los
archivos judiciales y ministeriales- permiten realizar un bosquejo del perfil
social de estos hombres que optaron por dar su espalda al naciente Estado
nacional. El primer caso dice relación con el teniente de asamblea Diego
Guzmán, acusado de insubordinación en 1813. El incidente por el cual Guzmán fue
encarcelado en la prisión de Talca, fue la amonestación que hizo en público a
los generales José Miguel Carrera y Camilo Vial por los desórdenes y robos que
se registraban en el ejército y de lo cual, según Guzmán, ambas autoridades
eran responsables. "Pero la arbitrariedad del primero [Vial], acaso
conociendo adonde me dirigía, me impuso el precepto de callar", declaró el
reo, "contéstele entonces, que lo mismo tenía resuelto decir en todas
partes y hacer presente a Vuestra Excelencia, más este señor, para ostentar su
soberbia, autorizado unicamente de la fuerza, me ofreció remancharme una barra
de grillos con esta misma expresión. Sin responder yo a esto más que lo
haría con injusticia. A consecuencia me mandó que fuese a mi cuartel
arrestado..."156 El destacado capitán de
caballerías Francisco Vergara corroboró las declaraciones de Guzmán, afirmando
"que habiéndole ordenado el Gobernador de esta plaza [Vial] que se
contuviese en hablar de ese modo de los generales, porque de lo contrario lo
haría poner arrestado, respondió [Guzmán] que un ciudadano libre como el
podía hablar francamente. Y que inmediatamente el Gobernador le mandó se
presentase arrestado..." Hasta ese momento, la única causa
para la deserción de Guzmán habría sido la prepotencia con que el general Vial
acalló su protesta. Sin embargo, el propio desertor aclaró que el motivo
principal de su fuga fue la orden que se le dio de dirigirse, sin escolta,
hasta la prisión de la villa, "sin considerar que el camino estaba poblado
de guerrillas enemigas y que me exponía a ser víctima de ellas..." En
otras palabras, el afán de sobrevivir en un medio hostil, disparó en el oficial
patriota la crucial decisión de abandonar las filas y unirse al mundo de los
renegados. No está de más señalar que, de acuerdo a otros testigos, en los días
posteriores al combate de El Roble, las tropas "se desertaban con
escándalo, viéndose, en aquella tristísima época, que compañías enteras con sus
oficiales se separaban de los campamentos y se dirigían para la ciudad de
Talca..."158
Desertores
y pícaros los hubo antes de la crisis de 1810 y después también. Lo
interesante, en estos casos, es que los malhechores eran considerados como
criminales y fueron castigados tanto por los patriotas como por los realistas.
Entre estos se puede citar el caso de Mariano Warnes, acusado de deserción y
estafa en abril de 1810. Oriundo de Chiloé, casado y soldado del Batallón fijo
de la plaza de Valdivia, Warnes reconoció ante las autoridades que había
mandado guardar a un pulpero veintecinco pesos, "los que adquirió de unas
botijas de chicha que vendió en su casa y unas botellas de aguardiente"159. Interesadas las autoridades en
averiguar si el dinero había sido robado, el juez procedió a interrogar al cabo
Ignacio Jaramillo, quien estuvo presente en la juerga en que Warnes alegó haber
obtenido su dinero. "Preguntado si aquella noche Mariano Warnes disipó
algún dinero con franqueza en gasto de chicha u otro licor y que si tiene
presente a cuanto ascenderá el gasto, dijo: que al contrario, en vez de gastar
algún medio, el que declara le franqueó a Warnes y a su mujer una botella de
vino y cuanta chicha gustase... porque se guardaba el dinero que
sacaba..."160 Sin poder comprobar los cargos
levantados en su contra, Warnes fue liberado por las autoridades monárquicas a
fines de mayo. Sin embargo, el 20 de septiembre de 1810 fue nuevamente
capturado, esta vez bajo la acusación de deserción. Al ser interrogado, Warnes
reconoció su delito, pero señaló que lo había cometido sin llevarse nada
"perteneciente al Rey"161. El 15 de febrero de 1811, Warnes
fue condenado a servir por dos años en el ejército, luego de terminar su
enganchamiento, que originalmente era de ocho años.
Mucho
más dramática y simbólica fue la deserción y captura de Atanasio Muñoz a
mediados de septiembre de 1814. De acuerdo al auto cabeza de proceso iniciado
en su contra por el subdelegado de la intendencia y Justicia Mayor de la
provincia de Itata, las razones de su captura fueron las noticias que se tenían
de los "saqueos robos y salteos ejecutados por Atanasio Muñoz, quien con
el mayor escándalo y desprecio a la justicia, se ha ejercitado en estos hechos
en compañía de una gavilla de bandidos, y este facineroso de capitán..."162 En su documento, el juez
comisionado de Quirihue acusó a Muñoz de haber cometido diferentes muertes,
tanto dentro como fuera del partido de Itata, y de haberse fugado de la Cárcel
de Chillán, "que por estos hechos y otros semejantes tuvo que sufrirla
considerable tiempo y desertor del ejército nacional"163. La doble deserción de Muñoz no
era un hecho raro durante esos días. Cuando Gaínza y OHiggins capitularon la
paz en 1814, el segundo reforzó su ejército "con los infinitos prisioneros
que le entregaron [los españoles] y con los desertores del enemigo, que eran
muchos"164. Juan Mackenna, al describir las
escaramuzas que tenían lugar con los realistas por el control de Chillán,
manifestó que la mayor parte de los prisioneros capturados "fueron
desertores, los más del Batallón de Concepción"165. Sin embargo, a diferencia de
esos hombres, que eran reenganchados en las filas de sus regimientos, el
destino de Atanasio Muñoz quedó rápidamente sellado en el juicio, debido a las
acusaciones de sus víctimas. Juan Pablo de Meza, hacendado de la Villa del
Dulce Nombre de Jesús de Quirihue, dio el siguiente testimonio que deja en
claro las intenciones de Muñoz y sus secuaces y el monto usual de sus robos.
"Que es cierto y se ratifica que el Viernes dos del corriente en la noche,
estando en su casa con su familia, horas del primer sueño, llegó un tropel de
gente a caballo tocando la puerta, haciendo que se levantase el que declara;
efectivamente lo verificó abriendo su puerta, y mientras los de afuera
dentraron en amarrarlo cruelmente de pies y manos y vendarle los ojos, que fue
instantes, contó nueve o diez individuos, entre ellos Antanasio Muñoz, que
andaba con fusil y un viejo alto. Y habiendo estos tomado la providencia de
amarrarlo y vendarle los ojos, dentraron a saquearlo del que le llevaron: Una
espada con puño de plata, Un avío de montar de suela, nuevo, con cincha y
sudaderos, La plata, Un avío aforrado, Tres pares de espuelas, una de plata y
dos de metal, Cuatro pares de zapatos, cuatro pares de medias de lana, Una
camisa de gasa labrada, Tres sombreros negros y dos ponchos, Cinco camisas de
tocuyo de mujer, Un par de calzoncillos de tocuyo, Una camisa de tocuyo con
mangas de lienzo, Un cordovan de capado, Unos manteles de tocuyo nuevos de dos
varas, Una fresa aderezada, Unos reales de plata sellada, ignora el número, Un
atapellón, Un pañuelo de gasa, Dos candados, Dos pares de tijeras, Dos varas,
una de guimon y otra de cinta de nácar, Cuatro onzas de masano, Tres onzas de
añil, Un corte blanco de seda y dos más de sol, Una manta, Y un caballo, Una
chaqueta y bolante de sanalí nácar, Un queso grande y una tortilla de lata, Dos
cuchillos, Cuya declaración en presencia de los reos dijeron ser todo
cierto..."166
Como
se desprende de esta lista, todos los objetos robados por Atanasio Muñoz eran
vendibles, con excepción del queso y la tortilla. Así, cuando el país se
preparaba para una batalla decisiva, Muñoz y sus secuaces realizaban su propia
guerra con su tradicional incentivo: el botín que más tarde se transformaría en
vino, aguardiente, tabaco y buen pasar. Con sus acciones, los gavilleros
demostraban que la guerra de patriotas y realistas, en la cual participaron
tantas veces como reclutas forzados, vistiendo diversos uniformes y obedeciendo
órdenes tan distintas, les era ajena. Ciertamente, su camino de renegados lo
habían trazado al abrigo de la violencia, con sus propios cuchillos, sin
importarles las leyes ni los reglamentos que las autoridades procuraban
implantar en la campiña, arriesgando su existencia en el duro devenir de los
perseguidos. De lo que no quedaba duda era de la decisión con que estos hombres
emprendían sus acciones, dispuestos a matar o morir, sin dar tregua ni cuartel.
El
robo y la depredación eran parte de los delitos que se achacaron a los
milicianos comandados por Atanasio Muñoz. Mucho más graves fueron las
acusaciones de insubordinación que se levantaron en su contra basadas en las
declaraciones de sus propios secuaces. Su sobrino, Mariano Muñoz, quien le
acompañó en sus andanzas por el partido de Quirihue, declaró: "Es cierto
que en compañía de Antanasio Muñoz, su tío, Mauricio Mora, Bernardo Agurto,
Dámaso Corral y Domingo Araya, que el Domingo último salieron de Cucha-Cucha
formados en un cuerpo y de capitán Atanasio Muñoz... se vinieron robando
caballos y yeguas mansas por el camino, no las puntualiza con todas sus
circunstancias por ignorar a quien pertenecían y no conoce las estancia. Que
sabe y le consta que Atanasio Muñoz, tío del que declara, era militar en el
Ejército Nacional, de donde desertó, ganándose al insurgente, después de haber
sufrido declarada prisión en Chillán, de donde se profugó. Que oyó decir que el
motivo de esta prisión en Chillán fue por haber violado a unas niñas vivientes
de esta parte del Itata, que ignora como se llaman y a qué lugar
pertenecen..."167
El
largo expediente de delitos conformaba el perfil de un nuevo sujeto histórico
que, acunado en el fragor de una guerra extraña, comenzó a desplegar sus
habilidades guerrilleras sin las limitaciones que imponían la sujeción a un
orden jerárquico. Sin tener a nadie a quien responder más que a su propia
conciencia, Muñoz asumió totalmente su identidad más vernácula. Esteban
Fonseca, regidor de Chillán, declaró contra el jefe de la incipiente montonera
fronteriza: "Que conoce de vista a Atanasio Muñoz, como de año y medio a
esta fecha, que ha oido decir que es hombre de muy mala conducta, que cuando le
han confiado algunas diligencias siempre ha hecho picardías y que es tenido en
el común de las gentes y reputado por ladrón consuetudinario y salteador..."168 Del mismo tenor fue la
declaración de Francisco Urrejola, coronel graduado del ejército del Rey, quien
manifestó "que conoce a Atanasio Muñoz por un hombre ladrón
consuetudinario, incorregible, y de muy mala conducta..."169 Casi un año más tarde, el
comandante realista Juan Francisco Sánchez, con fecha de 23 de junio de 1815,
escribió una carta al Presidente Mariano Osorio en la cual ratificó el perfil
de rebelde que trazaron previos testigos. "Muy Ilustre Señor Presidente.
Este
hombre feroz y aún traidor, por haberse pasado a los enemigos más de una vez,
según me informaron en Chillán, y me acuerdo dio lugar por sus robos, insultos
contra comandantes de guerrillas, borracheras, etc., abusando de las armas
reales que manejaba, a que cautelosamente le mandase a arrestar, como lo
verificó un oficial de Dragones, nombrado también Muñoz, que me persuado
hallarse de guarnición en Concepción.
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